La cabeza encontrada
Lucrecia Martel siempre encontró la manera de mostrar la sociedad latinoamericana desde otras perspectivas; nuestra cultura pasó a reflejarse de manera mucho más compleja de la que nos venían mostrando los viejos entretenimientos culturales. Las telenovelas que se solían ver por la televisión en Argentina, allá por los años sesenta, no iban más allá de un reflejo estereotípico de lo que la sociedad aspiraba para sus habitantes. Muy pocos programas o películas tenían críticas marcadas a la sociedad o mostraban nuevas facetas de nuestra cultura que no fuesen tan convencionales. Sin embargo, el cine contemporáneo comenzó a surgir de las cabezas de muchos artistas latinoamericanos, y con él, una nueva manera de ver nuestra cultura.
“La mujer sin cabeza”, dirigida por Lucrecia Martel y estrenada en el 2008 en Argentina, fue filmada íntegramente en Salta, una de las provincias de nuestro país en la que más intacta ha quedado la cultura de los pueblos originarios pero que al mismo tiempo ha sido invadida por una gran influencia religiosa (cristiana) por los conquistadores europeos. Sin embargo esta película no se trata de un integrante clásico de esos pueblos: se trata de una mujer de clase media-alta que vive rodeada por esas sociedades tradicionales pero que a la vez se aísla de ellas y se sumerge poco a poco en una tormenta de conflictos internos en los que, simultáneamente, subyace una fuerte y marcada presencia de las clases vulnerables en Salta (aquellas que, paradójicamente, son las más religiosas). “El lenguaje de la cultura latinoamericana es sincrético, se nutre de tradiciones de muchas culturas, pero su base es la herencia europea general, asimilada y transformada. Cual puño cerrado, la indiosincracia cultural de los pueblos latinoamericanos existe realmente. […]” (1) En la sociedad que narra la película está muy presente la religión, más que nada en los habitantes más pobres y cuyas raíces pertenecen a esas tierras; mientras que la protagonista, claramente hija de las migraciones europeas, tiene poco interés en la religión. Ésta ironía está presente en toda la película en un segundo plano.
Ahora bien, justamente la forma, el argumento del trabajo de Martel, deja de trasfondo los aspectos mencionados para volcarse en un conflicto psicológico e individual. La protagonista atropella ‘algo’ en la carretera, evita enfrentarse con eso y sigue su rumbo; sin embargo la idea de haber matado a alguien la perseguirá perturbadoramente durante todo el relato. No es tanto la historia sino el discurso lo que resalta de “La mujer sin cabeza”: a partir de una focalización externa, el espectador no tiene acceso a los pensamientos de la mujer y sabe menos que ella; esta característica central va contra la principal idea del cine comercial, aquella que pretende otorgarle al espectador siempre una explicación de lo que sucede en la historia. De esta forma, se narra con sutiles acciones, mínimos gestos, muy poco diálogo. Lo implícito cobra forma en la construcción propia del receptor de la película. Ésta manera de contar se contrapone justamente con las maneras convencionales: cómo se desenvuelve el protagonista frente a sus problemas emocionales estando rodeado de una sociedad que ha sido forzada a desarrollarse de manera tradicional, sin ‘saciar’ al espectador con información y dejando en sus propias manos el moldeado del relato. Esto no es más que una respuesta del bombardeo e invasión cultural que ha sufrido Latinoamérica a lo largo de los años, es una representación de la realidad vista desde otros ojos. “Una realidad que no es la de papel, sino que vive con nosotros y determina cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas, y que sustenta un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y de belleza […]” (2) . “La mujer sin cabeza” se alimenta de esas vivencias latinoamericanas, de su sublevación y dominio; para darle color al ambiente donde se desarrolla el conflicto evidente: una mujer confundida, trastornada que intenta darle respuesta a sus inquietudes y no logra hacerlo.
El objetivo de la película no es tanto contar una historia concreta basada en ciertos hechos, tampoco lo es ‘entretener’ al espectador, mantenerlo en vilo durante la proyección. El objetivo de “La mujer sin Cabeza” es mostrar las secuelas de la transformación de una cultura, la ironía entre las acciones de los personajes y sus ‘supuestas creencias’, la vida de gente tradicional y cotidiana tal cual es y no como se le suele pintar al espectador. Podríamos decir que ésta manifestación del cine contemporáneo en Latinoamérica puede ser de gran ayuda para una comprensión honesta y profunda de nuestra propia cultura. Martel no pretende que el espectador encuentre la cabeza de la protagonista, quizás él mismo debería encontrar su propia cabeza con el visionado de su trabajo.
Por Juana Solassi
Bibliografía-
1- MICÓ, PUPO, VELÁSQUEZ: “El arte como expresión de la identidad en América Latina” p2
2- GARCÍA MÁRQUEZ, gabriel: “La soledad de América Latina”, Discurso de aceptación del Premio Nobel 1982 p3